martes, 8 de noviembre de 2011

De vez en cuando, alguien destaca



De vez en cuando viene bien que alguien hable claro y diga a la población lo que está pasando en todos los gobiernos. Es momento de buscar soluciones, no culpables.

martes, 19 de julio de 2011

Sobreformación

Hace una par de semanas, el príncipe Felipe compareció ante los medios y apuntó que la mejor manera para salir de la crisis era aumentar la formación de los españoles. Absorto me quedé con esas palabras. Me explico, seguramente será una de las mejores soluciones y el infante tendrá razón. La formación de la población siempre es una solución, sobre todo cuando hay un entramado empresarial que sea capaz de absorber tal nivel de conocimientos y destrezas.
Dicen que en España todas las carreras universitarias tienen tres salidas: tierra, mar y aire. Y ¿por qué? Los licenciados, graduados y diplomados que decidimos quedarnos en nuestra tierra nos vemos obligados a recorrer empresas o a mendigar un apadrinaje. Muchos de nosotros nos vemos obligados a engordar nuestro currículum con másteres de dudoso objetivo y cursos periféricos con tal de "hacer algo" mientras la tormenta decide qué hacer con nosotros.
Otros deciden compaginar esa formación extra con otros trabajos para nada relacionados con la carrera del susodicho. Camareros, reponedores, azafatas, cajeros de grandes superficies... un alto porcentaje guarda un título como si el carnet de club Megatrix se tratase. Un día te lo hiciste, aunque ahora no te sirva. En ningún momento, denigro la labor de estos trabajadores, ya hayan caminado por la universidad o no hayan pasado de la ESO. Sin embargo, este conjunto de trabajos tiene el aliciente del tiempo a su favor. Los resultados están ahí, palpables a final de mes. Un factor que algunas ocasiones hace a los jóvenes olvidarse de sus cinco años de carrera para convertirlos en una anécdota o una identificación con una rama del saber.
En todas nuestras cabezas tenemos en mente la imagen de aquel que se sentaba al final de la clase en la escuela y repitió hasta que los profesores decidieron aprobarlo para darle billete. Después se metió en la empresa familiar de pequeño tamaño y con 17 años ya disfrutaba de su moto por las calles del barrio, mientras que hoy recorre las  calles con su coche propio recién comprado. Sin embargo, tú, señor universitario, ves que debes alabar a Dios por tener todas las semanas diez euros para comprarte un bonobús o echar gasolina al coche del abuelo -en el mejor de los casos-.Admito que es un estereotipo demasiado fácil aunque bastante ejemplificante. Con esta situación, intenta explicarle a un niño por qué debe seguir estudiando. Explícale que cuando termine la carrera será becario y que cuando deje de serlo alguien en la misma condición ocupará su puesto. Y si al niño le da por encender el televisor... mejor no le expliques nada y empieza a encender velas a todos los santos registrados por el Vaticano. 
Asistimos a una fuga de cerebros, mientras que los que se quedan dentro de nuestras fronteras comienzan a dar palos de ciego y agarrarse a cualquier situación con tal de obtener una línea más en el currículum. Me imagino esta situación como una sartén llena de granos de maíz: saltan de un lado a otro sin ton ni son hasta que los queman.
Por otro lado, tenemos a los opositores. En este caso, me remito a una conversación que tuve con una pareja de amigos alemanes, que les parecía inconcebible que la mayor meta de los españoles era trabajar para el Estado, algo que para ellos no era ni el Plan B. En Alemania, el funcionariado sólo es una alternativa para cuando todas las anteriores han fallado. Me hizo pensar.
Y llegados a este punto. ¿Qué? ¿seguimos dejando que los universitarios continúen huyendo? ¿las administraciones repartirán ayudas (reales) para la creación de empleo en vez de conceder sumas para la "contratación " de becarios? Ahora que estamos tocando fondo y que el barco se hunde, las ratas son las que deberían escapar, no los marineros.

He dicho

miércoles, 1 de junio de 2011

El 15M se desinfla


“Me indigno” me parece que es una frase de moda en los últimos tiempos. Sin embargo, es ahora cuando la expresión toma más calibre, ahora que los antiguos alcaldes embalan sus pertenencias de los despachos y los nuevos regidores se frotan las manos ante lo que tildan de “nueva era”.
Hemos vivido momentos muy intensos en apenas tres meses, parte de esta generación pérdida se levantó, ocupó las calles y se enfrentó a las adversidades de manera pacífica, sin caer en el senequismo. Y ahora, me indigno ante ellos. No los critico por sus noches a la intemperie, pernoctaciones que aplaudo y ante las que me quito el sombrero. No todos los españoles hemos tenido la valentía de introducir el caos en su vida para buscar el orden lógico de la política. Pero repito, me indigno. Me ilusioné como un niño, ante lo que parecía una bola de nieve descendiendo por una ladera y que acabaría con todo a su paso. Sin embargo, ahora siento que la rueda pierde presión, que la bola de hielo no sólo se paró, sino que empezó a derretirse. Las acampadas se extinguen como dinosaurios gigantes de vida efímera para buscar el consenso por pequeñas zonas y barrios. Las películas de terror me enseñaron que la mejor forma para buscar la salida de la casa maldita no era la dispersión de los personajes. Ojalá me equivoque.
La política actual y esto a lo que llamamos democracia se basa en las masas, en lo que en España conocemos como “el bulto”. Las personas no se escuchan, se cuentan. Vivimos en un país donde una persona que haya obtenido el 51% de los votos en unas elecciones puede hacer lo que quiera con la vida de sus seguidores y el 49% restante sin preguntarles en ningún momento. Cuando pienso en animales en extinción, siempre me acuerdo del consenso, es decir, esas discusiones entre políticos reales que se hacían antiguamente para que todos los presentes en los plenos -y sus vecinos representados- salieran ganando. Ahora sólo se benefician los presentes en los plenos, sin repercutir en sus representados.
El movimiento 15 de marzo logró preocupar a los partidos, incluso algunas de estas formaciones se apuntaron a la carga sin que nadie los avisara ni necesitara. Pero, después de las elecciones municipales, ¿qué conseguimos con estas manifestaciones? Nada. Ojalá me equivoque de nuevo. Aquellos que se erigieron como pastores fieles del rebaño continuaron su camino como si tal cosa, con nuestro voto de castigo/esperanza destronamos a los buitres para alzar a las hienas y no resolvimos nada, al menos a corto plazo. Algo salió mal.
Llegados a este punto, me planteo, ¿no nos damos cuenta de lo que tenemos? Hemos movilizado a un gigante sin apenas darnos cuenta, los grandes políticos no tuvieron más remedio que oir las voces desde sus escaños heredados, quisieron denostarnos llamándonos perroflautas y cuatro gatos, nuestras fotos dieron la vuelta al mundo en minutos sin necesitar el beneplácito de ningún medio, recibimos el respaldo de ciudades de todos los continentes, nos convertimos por un momento en una mancha densa en su situación balsámica, incluso la violencia llegó a las puertas de nuestro pacifismo. Y ahora, ¿qué? Cerramos por vacaciones y dejamos de guardia al becario.
Quiero errar al pensar que el llamado 15M se repliega, vuelve a la comodidad de la espinosa madriguera. Señalan que volverán en octubre, para “volver con más fuerza”. Yo digo que no, dos meses sin actividad suponen la muerte de esto que comenzó repleto de ilusiones y ganas. Debemos mantener la intensidad, no regalar ni un ápice de duda, seguir moviendo millones de mensajes, crear espectación, quemar todos los cartuchos en informar a todo aquel que no sepa lo que buscamos, agradecer los apoyos desinteresados apolíticos y buscar nuevos. Tenemos que crear a una población crítica, que sepa lo que vota, incitarlos a la sabia costumbre perdida de leer los programas electorales (aunque después se quede en un folleto orientativo)... si la bola de nieve acaba por derretirse, todo se convertirá en un charco de lo que pudo haber sido. Ojalá me equivoque.

martes, 10 de mayo de 2011

¿Quién me ha robado mi IP?

Todo comenzó como en una película mala de Tom Cruise. Unos supuestos operarios de una firma de telecomunicaciones (no es cuestión de darle publicidad a Movistar) me llamaron una fría mañana para informarme de que mi línea había sido cruzada, es decir, que otra persona recibía mis llamadas y yo recibía las suyas. Por ello, los supuestos trabajadores de la marca me dijeron que intentarían reparar el error, por lo que estaría un rato sin teléfono, algo que acepté sin pensar en las consecuencias posteriores. Diantres, maldito el momento en el que acepté mi pequeña sentencia de muerte comunicativa. Creía que un simple cambio de cables no supondría una gran cantidad de tiempo ni un mayor riesgo. Iluso de mí. Estamos en España.
Mi habitual estancia delante del ordenador me hizo temer lo peor, no puede ser, el radar del monitor me informaba de que algo no iba bien. No había Internet. Los primeros diez minutos me los tomé con filosofía, al cuarto de hora desempolvé mi Biblia, a la hora ya había pintado cuatro bisontes en la pared de mi cuarto y antes de almorzar ya había realizado mi primer sacrificio humano para pedir Internet a los dioses correspondientes.
La primera llamada al servicio de atención al cliente me corroboró lo que pensaba. La diosa ineptitud se había presentado ante los eficientes operarios de Movistar, dejándome con teléfono pero sin ADSL. Cáspitas. Iker Jiménez vuelve a tener razón y el mundo se acaba delante de mis narices en forma de una señal inexistente. Allí estaba yo, hablando con una teleoperadora e informándole de que unos compañeros suyos la mar de profesionales me habían dejado sin la línea de la vida. Le comenté que la lucecita del router estaba encendida, pero que no emitía señal, a lo que ella me contestó preguntándome si el router estaba encendido. Muy bien, le acabo de decir que la luz del aparato esta encendida y me pregunta si está encendido. ¡Que suerte! Un premio Nobel en Movistar y me ha tocado a mí. Tras explicarle los principios de la electricidad y la imposibilidad de que un fantasma o similar ente encienda luces sin necesidad de alimentación, continué informándole de mi problema primigenio. Al final concluyó con un "comenzaremos un testeo de su línea Señor Don Paco". Esperanzado me hallaba.
Esa misma noche volví a llamar y el ritual fue el mismo, me preguntaron mi nombre, mi móvil (que creo que media Colombia y Venezuela deberán tener mi número de teléfono a estas alturas) y me cuestionaban si el router estaba encendido. Sin embargo, me informaban de que el supuesto análisis de mi línea no se estaba realizando. Esta situación se repitió a lo largo de los dos días siguientes con sus 24 respectivas llamadas. Cuando en una empresa de comunicación, los propios trabajadores no hablan entre ellos... algo falla. Dudo que sea muy difícil coger un papelito de esos amarillos de anotaciones e ir pasando el mensaje "El Señor Don Paco no tiene internet, tenemos su número de móvil".
Pero la tercera noche las llamas del Pentecostés de la esperanza se toparon contra mis tímpanos, un tal Javier que hablaba con un acento bastante cerrado me dijo que quedaban 20 minutos para que terminara el famoso testeo de mi internet. Nada más supe de él. Me dijo que me llamaría, como en tantas entrevistas de trabajo. Me gusta consolarme y pensar que era el típico mentecato que aún sabiendo que te has equivocado, te sigue el rollo. Yo lo he hecho y me siento culpable en estos momentos. El Kharma me ha castigado.
Para colmo de males, la mañana del viernes me llamó una comercial que me ofrecía un módem usb; momento en el que aprovecho para recordarle a la teleoperadora mi problema. Ni corta ni perezosa, se alimenta de mi desgracia y me suelta sin tapujos que aproveche ahora que no tengo internet en el router fijo y me acoja a su oferta de un módem portátil. Presiento que no entendió mi mensaje. Maldita entropía. A pesar de su desatino y sus ansias de vender algo, decidí hacerme el fuerte y no ceder ante sus indiscriminadas ofertas. Si no funcionan bien con una línea, con dos... no quiero ni pensar lo que podría ocurrir. Iker Jiménez volvería a tener razón de nuevo.
Aunque el periplo fuera largo, la intervención fue rápida. Un técnico se acercó a mi casa y si os digo la verdad, no sé qué hizo. Sólo sé que ahora envío esta crítica binaria a todos aquellos que se hayan sentido como yo en algún momento de su vida, aquellos afligidos bajo el yugo de la ausencia de profesionalidad. Sólo os animo a seguir luchando, porque a pesar de lo que diga Iker Jiménez, el mundo no se acaba... hasta que los mayas lo decidan.
Por cierto, ¿dónde están los mayas ahora? Tendrán también mi móvil.

miércoles, 13 de abril de 2011

Rocky, in memoriam.

Me hallo taciturno, en un paisaje interno lúgubre, sin ganas de vivir, con las lágrimas recordándome lo efímero de la existencia, no veo final a esta agonía que me doblega, me pongo el "I don´t want to miss a thing" de Aerosmith para mitigar mi pesar... no sé como contarlo, pero prefiero desahogarme con vosotros, mis fieles seguidores. Rocky, ha muerto.
Para quien no lo conozca, Rocky era un pez, mi pez, el pez. Hace un par de días llegué a mi casa, fui a la pecera a darle mi diaria dosis de cariño y allí estaba sin vida, con la mirada perdida a través del cristal que separa lo vivo y lo muerto. Esa una instantánea que se me ha clavado en la retina como si de un chicle ardiente se tratase.
Muchos diríais que había puesto demasiadas expectativas sobre esta pequeña carpa naranja, a lo mejor sobrevaloré la existencia de este ser cuando afirmé que sobreviviría a un ataque nuclear y al Apocalipsis de 2012. Pero quién no diría lo mismo de un animal tan agradable, tan simpático, cuando me ponía aquella cara de felicidad cada vez que le echaba una cucaracha o le limpiaba la pecera para que pudiera saber que había más vida más allá del vidrio.
Rocky no fue el primero, en los comienzos tuve un pez al que no me dio tiempo ponerle nombre, se ahogó y murió en apenas cinco horas. Rocky fue un regalo de Dios y del de la tienda de animales al observar mi cara y mi coeficiente intelectual. Allí estaba yo, con mi bolsa y un pez anaranjado dentro, como si de una nueva vida en el líquido amniótico se tratara. Lo solté en la pecera como si fuera un parto indoloro, aunque ahora que lo pienso nunca supe si era hembra o macho, bueno, yo siempre lo vi muy masculino. Cosas mías.
Rocky me ha acompañado en los principales hitos de mi corta vida, cuando dejé de ser universitario y me licencié, mi primera tarjeta de desempleo, la primera vez que fui becario, la primera vez que abrí un abrefácil, mi 23 cumpleaños, la segunda vez que fui becario...siempre estuvo en el interior de aquella pecera con verdina. Las lágrimas vuelven a aflorar sin pretensión de finalizar en ningún momento.
Ahora que veo el fallecimiento lejano, me ilusiono, intento engañarme pensando que en verdad Rocky no estaba muerto, sino que había visto Buscando a Nemo y sólo quería hacerse el muerto para reencontrarse con su padre más allá del inodoro. El váter, allí le rendí mis últimos honores para despedirlo con un toque de cisterna. Allí se despidió, entrando en el túnel o en un parque acuático gigante según se mire.
Hace unas semanas, también nos abandonó Rufo, el compañero de vivienda de Rocky. También era un pez feliz en su verdina, no tenía grandes pretensiones; de hecho, era tonto. Murió de gases. Sí, no bromeo, se dedicaba a comerse las burbujas de la superficie, por lo que se le hinchaba el vientre y sólo podía nadar en tendido supino, de esas ocasiones que no sabías si dejarlo tranquilo o trocearle una pastilla de Aerored.
Intenté suplir la ausencia de Rufo con una carpa pequeñita, blanca y con mala ostia, a la que he llamado Ratzinguer. No sé, fue lo primero en lo que pensé atendiendo a las características del animal. Ahí está, en su pecera, solitario e intentando consolarme. Se ve cariñoso.
No quiero seguir ahogando mis lamentos en este arroyo de palabras, me emociono. Seamos felices y pensemos que la vida es muy corta y muy intensa, Rocky lo hubiera querido así.

Por eso, hasta luego Rocky, sé que nos veremos algún día.

domingo, 6 de marzo de 2011

Guerra de Civilizaciones


Ahora que se supone que estamos inmersos en una guerra entre civilizaciones, me gusta desvariar un poco y es que... ¿a qué hemos llegado? En serio, a que nivel estamos. Evidentemente, todo credo tiene su cosas guardadas en el trastero, como en toda casa de vecino. Una guerra nunca estará lo suficientemente argumentada, pero que surjan crispaciones de algo tan... ¿voluble? 
Hace poco, hablé con una amiga musulmana y me avergüenzo de la situación global. Me remito a la frase "si es que llevarse bien no cuesta tanto", pues parece que no. Parece que en todos estos años de evolución, lo único que ha cambiado en el mundo es que hemos pasado de pegarnos a palos a matarnos a tiros. Pero la cabeza, dentro de cada uno, tenemos una especie de semilla que nos hace mirar siempre en la misma dirección, la errónea.
Mi amiga se crispaba y me decía que no entendía como pueden existir las disputas "entre civilizaciones". Religiosamente hablando, hay más cosas que nos unen de las que nos separan. Lo único que cambia es la tapa del libro que leas. Os dejo mi pequeño pensamiento en el aire.

Porque... con lo fácil que es llevarse bien... o no.

martes, 1 de marzo de 2011

Teleoperadoras, duendecillos de la siesta



Hoy quiero hablaros de las teleoperadoras, esos pequeños duendecillos gallegos que viven dentro de cada teléfono del mundo y que esperan a que estés comiendo, durmiendo o cualquier otra tarea que impida hacer otra cosa para llamarte. Debo admitir que en el fondo me gusta hablar con ellas, siento que puedo descargar mi ira sin la necesidad de pagar una sesión en un psicoanalista.
Son número desconocidos, largos y extraños los que aparecen en la pantallita del teléfono y aprietas el botón verde con incertidumbre, esperando que seas el elegido por una forma de vida extraterrestre al igual que temes que la CIA haya revisado las cookies de tu ordenador. Sin embargo, un "¿es usted el propietario de esta línea?" te devuelve a la realidad.
Según un estudio que he estado realizando a lo largo de dos años, el horario de estos duendecillos gallegos va desde las 14:00 hasta las 17:00 y siempre actúan en grupo, nunca te llamará una teleoperadora sola, siempre te llamarán varias, una detrás de otra, aunque sean de compañías distintas.
El segundo punto que quisiera destacar es la perseverancia de estos seres, les puedes poner mil excusas, les puedes decir que estas comiendo, que estas durmiendo, que estas trabajando, que estas haciendo la comida, que has tropezado, te has clavado una jabalina en el diafragma y es una sensación muy desagradable... siempre, siempre y repito, siempre, te dirán "¿y cuándo podría hablar con usted Señor Don Paco?". Se me olvidaba, cuando os pregunten por alguna forma para referirse a vosotros decid vuestro nombre, que siempre añadirá el "Señor Don" delante. Ya si queréis avanzar, comenzad con los nombres míticos de las bromas de Bart Simpsons; de hecho, según las estadísticas a las que yo sólo puedo acceder, como buen periodista, la teleoperadoras llaman a una media de 23,4 Tomás Turbados al día.
Cuando no tengo ganas de hablar y me preguntan por si estoy interesado en sus servicios, siempre respondo que no, si hubiera estado interesado ya hubiera llamado yo, ¿no? Pero me encanta que me llamen especialmente los vendedores de ADSL, los adoro, tan incrédulos ellos, sobre todos aquellos de Imagenio cuando te venden tres productos a un precio más barato del que tu pagas por sólo dos servicios... disfruto cuando entre sollozos me reclaman que no los demande a la Organización de Consumidores. Que sonrisa maléfica dibuja mi cara. Se me olvidaba, cuando alguno de estos duendecillos gallegos os llame y pregunte por vuestro nombre, habladle en inglés y cuando consiga vuestro nombre, decid que os llamáis Bill Gates, si no lo conocen, grabad la conversación y seguid el hilo del diálogo, siempre he querido saber como alguien puede vender ADSL y un router de regalo a Bill Gates. ¿Alguien acepta el reto?

lunes, 28 de febrero de 2011

Los Bosques

Un bosque, más allá de la única película buena de Shyamalan, es un lugar indómito y salvaje, sin orden alguna y lleno de historias que nos hacen deforestar cada zona verde de nuestro planeta. Odio los bosques, debo admitirlo. Yo soy de los que no les gusta comprar en Ikea, porque son muebles que no son de madera de verdad. Si son de madera de árbol y el árbol ha sufrido, entonces lo compro.
Mi furia antiecológica es algo que me viene desde pequeño, desde que mis padres se sentaban en el borde de mi cama para leerme un cuento cada noche.
¿En qué cuento o leyenda ha pasado algo bueno en un bosque? Yo os lo digo, en Blancanieves, cuando un cazador decidió no hacerle una preautopsia a la princesa para acabar arrancándole el corazón a una cierva, ¡a la mierda Bambi!, ¡ah no!, que era un jabalí, pues que se pudra Pumba. Empezamos bien.
Me acuerdo de grandes historias infantiles, pero infantiles por el contexto que querían darnos nuestros padres. A ver, Hansel y Gretel. Unos padres llevan a sus hijos a un bosque donde vive una bruja caníbal y no pillan la indirecta; los dos hermanos comienzan a dejar miguitas y piedras para volver a casa. Hansel, Gretel... vuestros padres no os quieren. Corred, sed libres, montad un casino en las Vegas y sed felices. No volváis a casa. No lo entienden.
Algo parecido ocurrió con Caperucita Roja. Primero, no sólo te das cuenta de que la madre no quiere a la hija, sino que no quiere a la abuela tampoco. Tu quieres a tu abuela y no la metes en una casa en mitad de un bosque solitario y con el continuo miedo de que pueda comérsela un lobo gigante parlante; y mucho menos, envías a tu hija sin protección. "Pero la culpa es de Caperucita, que se paró a hablar con el lobo", ¡mentira!, la pobre niña sin una mala escopeta y andando por aquel terreno frondoso y lúgubre con la única intención de dar de comer a su pobre abuela. Claro, después pasó lo que pasó.
Y me detengo en este punto y reflexiono ¿qué nos querían decir nuestros padres con estos cuentos? ¿qué moraleja debe extraer un niño de dos palmos con la sábana a la altura de la nariz? Yo saqué dos conclusiones: "Eso de que los padres no quieran a los hijos es algo normal y hay padres peores que los tuyos que dejan a los niños perdidos en un bosque con brujas caníbales" y "los bosques son peligrosos". A mí siempre me gustó más la segunda. ¿Y a vosotros?

lunes, 14 de febrero de 2011

Bollywood is different!


Estos vídeos siempre me han parecido entrañables. Aunque nos riamos de ellos, en verdad nos reímos porque hemos mamado un tipo de cine muy similar y que no tienen nada que envidiar. Más que mofa, lo podríamos llamar nostalgia. Recordemos grandes películas de Manolo Escobar o Marisol, donde encontrar el argumento era más difícil que buscar a Carmen Sandiego. Las canciones sin sentido se acumulaban por doquier quedándose en nuestro subconsciente, más que de películas, el cine español se basó durante una época en videoclips de hora y media de gentes con pantalones acampanados. Y ahora, extrapolamos ese sentimiento a las producciones de Bollywood, la segunda meca del cine mundial. A pesar de los tupés y el empalagosamiento extremo a prueba de diabéticos, aún sigue ese dulzor de la inocencia y la ignorancia, pero la ignorancia de un niño, no de una persona que no sabe lo que hace. Un aplauso por estas producciones.

domingo, 30 de enero de 2011

Sospecha

jueves, 27 de enero de 2011

Welcome to Paconia

Discípulas y discípulos, miro a mi alrededor y la situación no me gusta. Lo siento, no estoy feliz. Así que me estoy planteando emigrar y crear mi propio país.
En un primer momento pensé realizar la idea en la Antártida o en Groenlandia, por aquello del turismo de playa. Hombre, playa hay, pero si en Fuengirola ya levantamos los brazos cual aguilucho con agujetas mientras temblamos cuando el agua llega al ombligo. No quiero ni pensar lo que harán mis turistas cuando se metan en aguas congeladas. Por otro lado, también tiene la ventaja de que puedo crear la primera nación refrigerante del mundo, sería como un frigorífico a escala planetaria.
Así que he pensado crear mi país en África, un continente que se ve tranquilo. Me voy a comprar una parcela, tampoco tiene que ser muy grande, sólo hay que ver Andorra o el Vaticano, que con una plazoleta, una cafetería y dos perros... ¡Ala! Ya tienen país. De hecho debería existir un grupo en Facebook que se llamara "Barrios que se creen países". Por otro lado, en cuanto al nombre, en una primera instancia pensé en llamarla Pacolandia, aunque sonaba a parque de atracciones, por lo que decidí llamarla Paconia y así de paso, hermano mi país con Polonia en una especie de conjunto a lo Pili y Mili internacional.
Por otro lado, he pensado que no van a existir fronteras. Ni minas, ni alambres, ni soldados, ni pasos a nivel... nada. Sólo utilizaré el arma y la estrategia más eficiente en estos casos: mi abuela fregando. Una persona puede saltar una valla, una persona puede desactivar bombas enterradas, cualquier persona puede adormecer a una jauría de pastores alemanes (entiéndase por perros, no ganaderos germanos)... pero ¿quién es el valiente que tiene testículos u ovarios para pisar sobre suelo fregado? Yo os lo digo, nadie. Hablando de suelos fregados, seguro que alguna vez habéis intentado pasar por un pasillo fregado a lo Misión Imposible poniendo los pies sobre esos ínfimos centímetros que unen la pared con el suelo. Os recomiendo que esperéis a que se seque, resulta demasiado ridículo si se ve desde fuera.
Me erigiría como monarca soberano vitalicio de mi nación, más que nada, porque me gusta eso de llevar corona cual graffiti de Latin King y siempre he querido escuchar "Los reyes no son los padres, son... Paco". En cuanto a las leyes, impondría que todo paconiano supiera hacer croquetas, wifi gratis para todos, siesta obligatoria hasta las 19:00, prohibido hacer la cama, pena de muerte sin juicio para las teleoperadoras que interrumpan la siesta, prohibiría la rodaja de limón que ponen en las copas y lo más importante, conseguiría Megavideo sin interrupciones.
Himno, necesitamos himno. Pero no un himno de esos que hacen que los jugadores de fútbol se pongan la mano en el pecho, miran a la grada y mueven los labios como si estuvieran hablando por el manos libres. Quiero que sea una canción que todo el mundo sienta, que cuando suene todo el pueblo se abrace y suene una sóla voz, que los corazones retumben al mismo ritmo y que todas las copas brinden como campanas de unidad y fraternidad. Mi himno será Libre de Nino Bravo, sin lugar a dudas, una canción que cumple todos los requisitos.
Pero bueno, todavía todo es un proyecto. Pero eso, todavía.

Un abrazo... y seguiremos informando. Y ¿quién sabe? A lo mejor la próxima entrada la hago desde Paconia.


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